Introducción
En un artículo de 2015, el economista francés Thomas Piketty defendió y definió el proyecto que empezó en su libro Capital en el siglo XXI como un intento de reintroducir el estudio de la distribución a las ciencias económicas (Piketty, 2015:68). No es el primer economista en haber señalado la necesidad de estudiar temas distributivos y de desigualdad – un caso paradigmático es el del famoso David Ricardo, que en una carta al también reconocido Thomas Malthus en 1820, priorizó estudiar la distribución de la producción entre las distintas clases sociales sobre la cantidad de riqueza creada.[1] En parte, el esfuerzo de economistas como Piketty, Anthony B. Atkinson, Emmanuel Saez o Branko Milanovic (entre muchos otros) por hablar de distribución y, por ende de desigualdad, surge del abandono de estos temas por las ciencias económicas mainstream, que han preferido utilizar marcos teóricos que priorizan la eficiencia y una concepción limitada de lo que es el bienestar (Skidelsky, 2019:290).
Sin embargo, el interés generalizado actual por la desigualdad ha señalado lo importante que son los problemas distributivos en el siglo XXI. Por suerte, hay múltiples autores que han dedicado, de manera directa o indirecta, muchos recursos intelectuales para desarrollar y reforzar el concepto de la distribución como una herramienta analítica útil. A continuación se ofrece una lista, para nada comprensiva, de varios de estos autores. Integrar sus observaciones en las ciencias económicas permitiría un distanciamiento del modelo de oferta y demanda que ha impedido un estudio serio y generalizado de la distribución en el siglo XXI.
¿Por qué importa la distribución?
Existe un vínculo evidente entre los conceptos de distribución y desigualdad que probablemente ha contribuido a la negligencia del primero en las ciencias económicas. Hablar de desigualdad en las sociedades contemporáneas implica hablar, debatir, y disputar nociones de justicia y de mérito, lo cual supone desviarse de los estándares científicos que rigen la ‘política disciplinaria’ (Clift, 2021:27-28) que delimita la Economía de otras áreas de conocimiento. A esto tampoco ayuda la fuerte carga ideológica que tienen los debates sobre desigualdad, y la predominancia del discurso meritocrático y de la ‘ética protestante’ asociada al capitalismo que, como Sandel (2020) argumenta, funcionan no como explicaciones de la desigualdad, sino como su justificación política.
No prestar atención a temas de desigualdad y de distribución, sin embargo, implica quedarse ciego frente a dinámicas presentes y pasadas que definen el funcionamiento actual de nuestros sistemas socioeconómicos contemporáneos. Ignorar que el capitalismo y los mercados están insertados e integrados (‘embedded’, en la terminología de Karl Polanyi) en un marco social, para el cual las dinámicas distributivas son fundamentales, es ignorar elementos causales necesarios para cualquier entendimiento riguroso (y “científico”) de nuestras sociedades – como se demuestra con eventos como el populismo, Brexit, o la victoria de Donald Trump (Clift, 2021:249-250).
Además, incluso en marcos exclusivamente económicos, hay indicaciones de que la desigualdad importa para factores como el crecimiento económico o la productividad, como se ve en las implicaciones de la propensión marginal del consumo Keynesiana o en las teorías del subconsumo y su impacto en la balanza de pagos (Clift, 2021:256; Skidelsky, 2019:293-294). Esto es por no hablar, evidentemente, de elementos como las desigualdades laborales entre hombres y mujeres por la división del trabajo por el género, o de los ‘Gastarbeiter’ y del impacto laboral de la inmigración; o de la importancia de costes relativos y distribución a nivel internacional, como se refleja en la teoría neorrealista de relaciones internacionales (Waltz, 1979), y en discursos populistas como el de Trump sobre “salir ganando” en intercambios comerciales.
Por tanto, hablar de distribución y de desigualdades es hablar de realidades fundamentales de nuestros sistemas socioeconómicos – e ignorarlas supone cegarse frente a ellas. Sin embargo, las ciencias económicas mainstream han prestado hasta hace relativamente poco escasa atención a estos temas; y conviene entender por qué esto ha sido así, desde una perspectiva teórica.
El neoclasicismo y la distribución: eficiencia sobre desigualdad
Implícitamente, cuando hablamos sobre economía estamos tratando temas distributivos. Después de todo, una de las más famosas definiciones de lo que son las ciencias económicas es el “estudio de la asignación [léase distribución] de recursos en condiciones de escasez” (Mazzucato, 2019:64-65). Sin embargo, como norma general el énfasis rápidamente se pone en la eficiencia del intercambio mercantil, más que en sus consecuencias distributivas. Esto se debe a que la tradición neoclásica en las ciencias económicas introdujo nociones de equilibrio matemático y optimalidad en el estudio de la asignación de recursos escasos. Así, se llegó a la conclusión de que los mercados perfectamente competitivos de por sí solos podrían generar una distribución ‘eficiente’ de dichos recursos. Según estos postulados, a través de mercados sin imperfecciones se produciría un equilibrio entre oferta y demanda en el intercambio mercantil, mediante el cual no habría una relación de precios y cantidades vendidas alternativa que pudiese hacer que alguien estuviese en una situación mejor sin que, simultáneamente, alguien estuviese peor (Mazzucato, 2019:67-68).
Sin embargo, los análisis de estos estados óptimos o de ‘eficiencia Paretianos’ como norma general no suelen poner atención en sus consecuencias distributivas – de hecho, hay estados de extrema desigualdad que podrían justificarse en términos de dicha eficiencia (Skidelsky, 2019:290-292). En otras palabras, el hecho de enmarcar las asignaciones de recursos en términos de eficiencia de Pareto – la supuesta consecuencia de tener mercados perfectamente competitivos – ha despolitizado y restado importancia a la pregunta de cómo concretamente se distribuyen y se deben distribuir los beneficios del intercambio mercantil entre sus participantes[2] (Skidelsky, 2019:290).
Adicionalmente, el marco teórico neoclásico ignora por su propio énfasis conceptual en los mercados aquellos problemas distributivos que precisamente ocurren fuera de la esfera del intercambio mercantil, por ejemplo en relación a bienes públicos, externalidades, costes no reducibles a precios de mercado, o actividades económicas no monetarias como las resultantes de la división del trabajo por el género. Todo esto implica que el marco teórico principal utilizado para enseñar ciencias económicas en todo el mundo está ciego a las dinámicas distributivas que subyacen nuestros sistemas socioeconómicos – y es en gran parte el resultado de la lógica que rigen sus postulados iniciales. En otras palabras, la falta de un análisis riguroso de los problemas distributivos señala la falta de herramientas conceptuales en la Economía para confrontar y remediar las consecuencias económicas, políticas, sociales, e incluso psicológicas de sociedades con altos niveles de desigualdad.
Enfoques alternativos
Hay varias maneras de abordar los problemas distributivos, por ejemplo haciéndonos las siguientes preguntas:
- ¿Distribución de qué? ¿Bienes y servicios? ¿Cuáles? ¿Manzanas, diamantes, acceso a sanidad? ¿Salarios, riqueza? ¿Costes? ¿Información? ¿Poder? ¿Qué relevancia tienen estas diferencias?
- ¿Distribuido hacia quién? ¿Individuos, hogares, clases sociales, estados?
- ¿Distribuido según qué reglas o procesos? ¿Intercambios mercantiles, derechos de propiedad, factores sociales y estructurales como el género o la “raza”, coerción y fuerza bruta?
La similitud entre estas cuestiones y el clásico marco del politólogo Harold Lasswell (básicamente, enfocar la política sobre las bases de quién consigue qué, cuándo, y cómo, como en su libro de 1936) no es accidental. De hecho, los problemas distributivos se sitúan cómodamente en un terreno interdisciplinar: están relacionados con la asignación de recursos que se estudia tradicionalmente en la Economía (aunque su enfoque sea mayoritariamente en relación con los mercados perfectamente competitivos), las relaciones de poder estudiadas en las Ciencias Políticas (aunque estén menos centradas en mercados y más en otros ámbitos, como el de las competiciones electorales o las relaciones internacionales), las dinámicas sociales y relaciones entre distintos grupos que se estudia en la Sociología (aunque el análisis en función de clases económicas no sea siempre el dominante), la evolución de la humanidad que estudian la Historia o la Antropología (aunque no siempre se haga una lectura economicista o influida por factores económicos), y los debates sobre la justicia que se estudian en Filosofía (aunque no siempre sea en relación a bienes económicos).
Probablemente la disciplina que más se ha centrado en estos problemas, y que más se ha nutrido de la multidisciplinariedad inherente a la cuestión de la distribución, es la Economía Política, ya que como muchos autores han destacado, la pregunta fundamental para esta rama es Cui bono, o «Quién se beneficia» en latín (Clift, 2021:48; Strange, 2015:133). El trabajo realizado en esta rama de conocimiento, incluyendo las interpretaciones que se pueden realizar de autores no directamente relacionados con ella, es crucial para poder abordar los problemas distributivos de manera rigurosa y pluralista. Conviene aquí señalar algunos autores para ver ejemplos concretos de cómo puede llevarse esto a cabo, aunque es necesario recalcar que ésta no es ni mucho menos una lista completa de todo el trabajo que se lleva a cabo sobre la distribución.
Instituciones e historia en los estudios de la distribución
Es imposible hablar de distribución y desigualdad sin mencionar a Thomas Piketty, uno de los autores más influyentes en los debates recientes sobre la desigualdad contemporánea, dados sus estudios en obras como El capital en el siglo XXI o Capital e Ideología. Para Piketty, que declaró ser más partidario de la expresión ‘economía política’ que de ‘ciencias económicas’, dada la arrogancia implícita de la última expresión y las inherentes connotaciones morales y políticas inherentes a cualquier estudio económico (2015:645), estos estudios tienen la finalidad de contribuir a la creación de instituciones y políticas capaces de crear una sociedad más justa y democrática (2015:46). Algo característico en sus estudios es la falta de una lectura economicista: su análisis está centrado en el rol que las instituciones, la política, y determinados factores históricos tienen en el desarrollo de la desigualdad en una sociedad (Piketty, 2015:36; 2019:14-15). En sus propias palabras (2019:18), “la desigualdad no es económica o tecnológica: es ideológica y política. […] el mercado y la competencia, los beneficios y los salarios, el capital y la deuda [son] construcciones sociales que dependen completamente del sistema legal, fiscal, educativo y político que decidamos establecer”.
En la misma línea cabe destacar el trabajo de Daron Acemoglu y James A. Robinson, conocidos por su ¿Por qué fracasan los países?, que ha hecho mucho por reenfocar la economía mainstream hacia el rol de las instituciones en el desarrollo económico, concretamente en la manera en la que establecen las reglas del juego para la interacción política y económica a nivel doméstico. Como los autores señalan, las diferencias fundamentales entre países a nivel de prosperidad y estándares de vida pueden trazarse a las instituciones económicas y políticas que poseen, en tanto que éstas pueden ser inclusivas al distribuir el poder y los recursos de manera extensiva a toda la población, o por el contrario, ser exclusivas y concentrarlas en manos de élites nacionales (Acemoglu & Robinson, 2013:429-430).
Una perspectiva similar la encontramos también en Branko Milanovic y su Capitalismo, nada más (2019), que más que distinguir entre instituciones inclusivas y exclusivas (e implícitamente por tanto hacer un juicio moral más maniqueo), analiza las configuraciones específicas entre estado y sociedad, y estado y economía que se dan en distintos países. Aunque no usa esta terminología, el ‘contrato social’ específico a cada sociedad (por ejemplo, recalcando en países como China o Vietnam la presencia de “clanes político-empresariales”) implica distintas distribuciones de poder y recursos económicos entre los distintos grupos sociales – sin necesariamente implicar que son “peores” formas de organización social. Autores como estos señalan la importancia del concepto de ‘embededdness’ mencionado antes, principalmente vinculando la sociedad, la economía, y la política a través de un análisis de la distribución de recursos y de poder a nivel doméstico.
La distribución a nivel internacional
Es posible hablar de problemas distributivos a nivel de estados nación también, dado que el terreno de la economía y las relaciones internacionales contiene mucha discusión sobre los supuestos beneficios y costes de mayor integración económica. Una autora crucial aquí es Susan Strange, que es para muchos la fundadora de la disciplina de Economía Política Internacional. Su States and Markets (2015, [1988]) es donde se asentó prominentemente que la Economía Política estaba basada en la pregunta de Cui bono introducida anteriormente – promoviendo así un enfoque analítico sobre quién se beneficia de planes y acuerdos específicos relacionados con la gobernanza de la economía global, quién se ve expuesto a nuevas oportunidades y riesgos, y cómo estas relaciones influyen en la relación entre los centros de autoridad política y los mercados (Strange, 2015:133). La autora deriva así una teoría de poder estructural, basada en cómo la posesión de recursos particulares (principalmente aquellos basados en capacidades de seguridad, producción, financiación, y conocimiento-tecnología) influye en la configuración y enmarcación de la interacción entre los distintos actores en la esfera internacional (Strange, 2015:27-29), lo cual lleva a las disposiciones distributivas que encontramos en la economía global actual (Strange, 2015:43).
Un ejemplo específico de estos problemas distributivos a nivel global podemos encontrarlos en las relaciones monetarias entre países. John Maynard Keynes, por ejemplo, ya señaló el peligro de las relaciones entre acreedores y deudores entre países, dado que la “carga del ajuste” a las crisis económicas suelen caer siempre sobre estos últimos, forzándoles a establecer políticas deflacionarias que fomentan menor actividad económica en sistemas ya afectados por recesiones (Keynes, 2015:432-433). Aquí destaca el trabajo de Benjamin J. Cohen sobre el poder monetario: en un contexto en el que los déficits en la balanza de pagos se van haciendo cada vez mayores, el poder monetario de un país se define por su capacidad de evitar los costes de ajuste, bien sea retrasando el ajuste necesario o desplazando estos costes a otros estados (Cohen, 2005:4). No hay más que ver la crisis de la Eurozona y la imposición de austeridad sobre los países del sur e Irlanda por parte del norte europeo y la Troika, así como la década perdida de América Latina durante los 80 para ver cómo se da esta situación de manera repetida.
Los problemas distributivos son por tanto fundamentales también a nivel de la economía global y de las relaciones entre países; y lo que autores como estos hacen precisamente es cuestionar las razones por las cuáles se distribuyen costes y beneficios de la manera en la que se hacen, permitiendo así un mejor entendimiento de eventos tan influyentes como son las crisis económicas. Suponen además un ejemplo de lo que se ha argüido antes: los temas distributivos son inherentemente multidisciplinares, y requieren de un esfuerzo holista para ser adecuadamente entendidos.
‘Devolver la distribución al centro de las ciencias económicas’
Como se ha visto, la distribución es un campo de enorme interés y potencial para poder entender las bases de cómo funcionan nuestros sistemas económicos contemporáneos. Las distintas maneras de abordar este tema, como se ha mostrado con los múltiples enfoques expuestos anteriormente, muestran el potencial del pluralismo de la multidisciplinariedad para iluminar dinámicas y cuestiones importantes ignoradas por el mainstream. A pesar de su relativo abandono, las presiones por poner más atención a temas distributivos, así como otros correlativos como desigualdad, justicia, y poder en las economías contemporáneas son cada vez mayores, tanto por demanda popular como política como intelectual. No será además por falta de material preexistente, como se ven en los ejemplos mostrados aquí (y muchos más que por falta de espacio y tiempo no se han podido incluir). Por tanto, cualquier esfuerzo por repensar la economía tendrá que prestar más atención a temas de distribución y desigualdad – a lo mejor incluso, llegándose a preguntar: Cui bono?
Referencias
Acemoglu, D. & Robinson, J.A. (2013) Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty, Great Britain, Profile Books
Clift, B. (2021) Comparative Political Economy: States, Markets and Global Capitalism, London, Red Globe Press
Cohen, B.J. (2005) ‘The Macrofoundations of Monetary Power’, in Andrews, D.M. (2006) International Monetary Power, Cornell University Press
Keynes, J.M. (2017) The General Theory of Employment, Interest & Money, Hertfordshire, Wordsworth Editions Limited
Keynes, J.M. (2015) The Essential Keynes, edited by Skidelsky, R., Great Britain, Penguin Random House UK
Mazzucato, M. (2019) The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy, Great Britain, Penguin Random House UK
Milanovic, B. (2019) Capitalism, Alone, Cambridge, Belkin Press
Piketty, T. (2015) El capital en el siglo XXI, Madrid, Fondo de Cultura Económica Española
Piketty, T. (2015) ‘Putting Distribution Back at the Center of Economics: Reflections on Capital in the Twenty-First Century’, Journal of Economic Perspectives, Vol 29 (1), p.67-88
Piketty, T. (2019) Capital e Ideología, España, Ediciones Deusto
Sandel, M.J. (2020) The Tyranny of Merit: What’s Become of the Common Good?, New York, Farrar, Straus and Giroux
Strange, S. (2015) States and Markets, London, Bloomsbury Revelations
Skidelsky, R. (2019) Money and Government, Great Britain, Penguin Random House UK
Waltz, K.N. (1979) Theory of International Politics, Illinois, Waveland Press Inc.
[1] Extraído de Keynes, 2017 [1936]:10
[2] Evidentemente, conviene no generalizar, ya que hay autores importantes como Simon Kuznets que sí que han estudiado temas de desigualdad y (re)distribución. Sin embargo, como Skidelsky (2019:291-292) argumenta, son una parte limitada del trabajo que se hace en la disciplina y, discutiblemente hasta el trabajo reciente de Piketty, no han sido capaces de establecer una base teórica fuerte para hacer análisis distributivos significativos