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Plural e interdisciplinar

Cui bono?

Introducción

En un artículo de 2015, el economista francés Thomas Piketty defendió y definió el proyecto que empezó en su libro Capital en el siglo XXI como un intento de reintroducir el estudio de la distribución a las ciencias económicas (Piketty, 2015:68). No es el primer economista en haber señalado la necesidad de estudiar temas distributivos y de desigualdad – un caso paradigmático es el del famoso David Ricardo, que en una carta al también reconocido Thomas Malthus en 1820, priorizó estudiar la distribución de la producción entre las distintas clases sociales sobre la cantidad de riqueza creada.[1] En parte, el esfuerzo de economistas como Piketty, Anthony B. Atkinson, Emmanuel Saez o Branko Milanovic (entre muchos otros) por hablar de distribución y, por ende de desigualdad, surge del abandono de estos temas por las ciencias económicas mainstream, que han preferido utilizar marcos teóricos que priorizan la eficiencia y una concepción limitada de lo que es el bienestar (Skidelsky, 2019:290).

Sin embargo, el interés generalizado actual por la desigualdad ha señalado lo importante que son los problemas distributivos en el siglo XXI. Por suerte, hay múltiples autores que han dedicado, de manera directa o indirecta, muchos recursos intelectuales para desarrollar y reforzar el concepto de la distribución como una herramienta analítica útil. A continuación se ofrece una lista, para nada comprensiva, de varios de estos autores. Integrar sus observaciones en las ciencias económicas permitiría un distanciamiento del modelo de oferta y demanda que ha impedido un estudio serio y generalizado de la distribución en el siglo XXI.

¿Por qué importa la distribución?

Existe un vínculo evidente entre los conceptos de distribución y desigualdad que probablemente ha contribuido a la negligencia del primero en las ciencias económicas. Hablar de desigualdad en las sociedades contemporáneas implica hablar, debatir, y disputar nociones de justicia y de mérito, lo cual supone desviarse de los estándares científicos que rigen la ‘política disciplinaria’ (Clift, 2021:27-28) que delimita la Economía de otras áreas de conocimiento. A esto tampoco ayuda la fuerte carga ideológica que tienen los debates sobre desigualdad, y la predominancia del discurso meritocrático y de la ‘ética protestante’ asociada al capitalismo que, como Sandel (2020) argumenta, funcionan no como explicaciones de la desigualdad, sino como su justificación política.

No prestar atención a temas de desigualdad y de distribución, sin embargo, implica quedarse ciego frente a dinámicas presentes y pasadas que definen el funcionamiento actual de nuestros sistemas socioeconómicos contemporáneos. Ignorar que el capitalismo y los mercados están insertados e integrados (‘embedded’, en la terminología de Karl Polanyi) en un marco social, para el cual las dinámicas distributivas son fundamentales, es ignorar elementos causales necesarios para cualquier entendimiento riguroso (y “científico”) de nuestras sociedades – como se demuestra con eventos como el populismo, Brexit, o la victoria de Donald Trump (Clift, 2021:249-250).

Además, incluso en marcos exclusivamente económicos, hay indicaciones de que la desigualdad importa para factores como el crecimiento económico o la productividad, como se ve en las implicaciones de la propensión marginal del consumo Keynesiana o en las teorías del subconsumo y su impacto en la balanza de pagos (Clift, 2021:256; Skidelsky, 2019:293-294). Esto es por no hablar, evidentemente, de elementos como las desigualdades laborales entre hombres y mujeres por la división del trabajo por el género, o de los ‘Gastarbeiter’ y del impacto laboral de la inmigración; o de la importancia de costes relativos y distribución a nivel internacional, como se refleja en la teoría neorrealista de relaciones internacionales (Waltz, 1979), y en discursos populistas como el de Trump sobre “salir ganando” en intercambios comerciales.

Por tanto, hablar de distribución y de desigualdades es hablar de realidades fundamentales de nuestros sistemas socioeconómicos – e ignorarlas supone cegarse frente a ellas. Sin embargo, las ciencias económicas mainstream han prestado hasta hace relativamente poco escasa atención a estos temas; y conviene entender por qué esto ha sido así, desde una perspectiva teórica.

El neoclasicismo y la distribución: eficiencia sobre desigualdad

Implícitamente, cuando hablamos sobre economía estamos tratando temas distributivos. Después de todo, una de las más famosas definiciones de lo que son las ciencias económicas es el “estudio de la asignación [léase distribución] de recursos en condiciones de escasez” (Mazzucato, 2019:64-65). Sin embargo, como norma general el énfasis rápidamente se pone en la eficiencia del intercambio mercantil, más que en sus consecuencias distributivas. Esto se debe a que la tradición neoclásica en las ciencias económicas introdujo nociones de equilibrio matemático y optimalidad en el estudio de la asignación de recursos escasos. Así, se llegó a la conclusión de que los mercados perfectamente competitivos de por sí solos podrían generar una distribución ‘eficiente’ de dichos recursos. Según estos postulados, a través de mercados sin imperfecciones se produciría un equilibrio entre oferta y demanda en el intercambio mercantil, mediante el cual no habría una relación de precios y cantidades vendidas alternativa que pudiese hacer que alguien estuviese en una situación mejor sin que, simultáneamente, alguien estuviese peor (Mazzucato, 2019:67-68).

Sin embargo, los análisis de estos estados óptimos o de ‘eficiencia Paretianos’ como norma general no suelen poner atención en sus consecuencias distributivas – de hecho, hay estados de extrema desigualdad que podrían justificarse en términos de dicha eficiencia (Skidelsky, 2019:290-292). En otras palabras, el hecho de enmarcar las asignaciones de recursos en términos de eficiencia de Pareto – la supuesta consecuencia de tener mercados perfectamente competitivos – ha despolitizado y restado importancia a la pregunta de cómo concretamente se distribuyen y se deben distribuir los beneficios del intercambio mercantil entre sus participantes[2] (Skidelsky, 2019:290).

Adicionalmente, el marco teórico neoclásico ignora por su propio énfasis conceptual en los mercados aquellos problemas distributivos que precisamente ocurren fuera de la esfera del intercambio mercantil, por ejemplo en relación a bienes públicos, externalidades, costes no reducibles a precios de mercado, o actividades económicas no monetarias como las resultantes de la división del trabajo por el género. Todo esto implica que el marco teórico principal utilizado para enseñar ciencias económicas en todo el mundo está ciego a las dinámicas distributivas que subyacen nuestros sistemas socioeconómicos – y es en gran parte el resultado de la lógica que rigen sus postulados iniciales. En otras palabras, la falta de un análisis riguroso de los problemas distributivos señala la falta de herramientas conceptuales en la Economía para confrontar y remediar las consecuencias económicas, políticas, sociales, e incluso psicológicas de sociedades con altos niveles de desigualdad.

Enfoques alternativos

Hay varias maneras de abordar los problemas distributivos, por ejemplo haciéndonos las siguientes preguntas:

  1. ¿Distribución de qué? ¿Bienes y servicios? ¿Cuáles? ¿Manzanas, diamantes, acceso a sanidad? ¿Salarios, riqueza? ¿Costes? ¿Información? ¿Poder? ¿Qué relevancia tienen estas diferencias?
  2. ¿Distribuido hacia quién? ¿Individuos, hogares, clases sociales, estados?
  3. ¿Distribuido según qué reglas o procesos? ¿Intercambios mercantiles, derechos de propiedad, factores sociales y estructurales como el género o la “raza”, coerción y fuerza bruta?

La similitud entre estas cuestiones y el clásico marco del politólogo Harold Lasswell (básicamente, enfocar la política sobre las bases de quién consigue qué, cuándo, y cómo, como en su libro de 1936) no es accidental. De hecho, los problemas distributivos se sitúan cómodamente en un terreno interdisciplinar: están relacionados con la asignación de recursos que se estudia tradicionalmente en la Economía (aunque su enfoque sea mayoritariamente en relación con los mercados perfectamente competitivos), las relaciones de poder estudiadas en las Ciencias Políticas (aunque estén menos centradas en mercados y más en otros ámbitos, como el de las competiciones electorales o las relaciones internacionales), las dinámicas sociales y relaciones entre distintos grupos que se estudia en la Sociología (aunque el análisis en función de clases económicas no sea siempre el dominante), la evolución de la humanidad que estudian la Historia o la Antropología (aunque no siempre se haga una lectura economicista o influida por factores económicos), y los debates sobre la justicia que se estudian en Filosofía (aunque no siempre sea en relación a bienes económicos).

Probablemente la disciplina que más se ha centrado en estos problemas, y que más se ha nutrido de la multidisciplinariedad inherente a la cuestión de la distribución, es la Economía Política, ya que como muchos autores han destacado, la pregunta fundamental para esta rama es Cui bono, o «Quién se beneficia» en latín (Clift, 2021:48; Strange, 2015:133). El trabajo realizado en esta rama de conocimiento, incluyendo las interpretaciones que se pueden realizar de autores no directamente relacionados con ella, es crucial para poder abordar los problemas distributivos de manera rigurosa y pluralista. Conviene aquí señalar algunos autores para ver ejemplos concretos de cómo puede llevarse esto a cabo, aunque es necesario recalcar que ésta no es ni mucho menos una lista completa de todo el trabajo que se lleva a cabo sobre la distribución.

Instituciones e historia en los estudios de la distribución

Es imposible hablar de distribución y desigualdad sin mencionar a Thomas Piketty, uno de los autores más influyentes en los debates recientes sobre la desigualdad contemporánea, dados sus estudios en obras como El capital en el siglo XXI o Capital e Ideología. Para Piketty, que declaró ser más partidario de la expresión ‘economía política’ que de ‘ciencias económicas’, dada la arrogancia implícita de la última expresión y las inherentes connotaciones morales y políticas inherentes a cualquier estudio económico (2015:645), estos estudios tienen la finalidad de contribuir a la creación de instituciones y políticas capaces de crear una sociedad más justa y democrática (2015:46). Algo característico en sus estudios es la falta de una lectura economicista: su análisis está centrado en el rol que las instituciones, la política, y determinados factores históricos tienen en el desarrollo de la desigualdad en una sociedad (Piketty, 2015:36; 2019:14-15). En sus propias palabras (2019:18), “la desigualdad no es económica o tecnológica: es ideológica y política. […] el mercado y la competencia, los beneficios y los salarios, el capital y la deuda [son] construcciones sociales que dependen completamente del sistema legal, fiscal, educativo y político que decidamos establecer”.

En la misma línea cabe destacar el trabajo de Daron Acemoglu y James A. Robinson, conocidos por su ¿Por qué fracasan los países?, que ha hecho mucho por reenfocar la economía mainstream hacia el rol de las instituciones en el desarrollo económico, concretamente en la manera en la que establecen las reglas del juego para la interacción política y económica a nivel doméstico. Como los autores señalan, las diferencias fundamentales entre países a nivel de prosperidad y estándares de vida pueden trazarse a las instituciones económicas y políticas que poseen, en tanto que éstas pueden ser inclusivas al distribuir el poder y los recursos de manera extensiva a toda la población, o por el contrario, ser exclusivas y concentrarlas en manos de élites nacionales (Acemoglu & Robinson, 2013:429-430).

Una perspectiva similar la encontramos también en Branko Milanovic y su Capitalismo, nada más (2019), que más que distinguir entre instituciones inclusivas y exclusivas (e implícitamente por tanto hacer un juicio moral más maniqueo), analiza las configuraciones específicas entre estado y sociedad, y estado y economía que se dan en distintos países. Aunque no usa esta terminología, el ‘contrato social’ específico a cada sociedad (por ejemplo, recalcando en países como China o Vietnam la presencia de “clanes político-empresariales”) implica distintas distribuciones de poder y recursos económicos entre los distintos grupos sociales – sin necesariamente implicar que son “peores” formas de organización social. Autores como estos señalan la importancia del concepto de ‘embededdness’ mencionado antes, principalmente vinculando la sociedad, la economía, y la política a través de un análisis de la distribución de recursos y de poder a nivel doméstico.

La distribución a nivel internacional

Es posible hablar de problemas distributivos a nivel de estados nación también, dado que el terreno de la economía y las relaciones internacionales contiene mucha discusión sobre los supuestos beneficios y costes de mayor integración económica. Una autora crucial aquí es Susan Strange, que es para muchos la fundadora de la disciplina de Economía Política Internacional. Su States and Markets (2015, [1988]) es donde se asentó prominentemente que la Economía Política estaba basada en la pregunta de Cui bono introducida anteriormente – promoviendo así un enfoque analítico sobre quién se beneficia de planes y acuerdos específicos relacionados con la gobernanza de la economía global, quién se ve expuesto a nuevas oportunidades y riesgos, y cómo estas relaciones influyen en la relación entre los centros de autoridad política y los mercados (Strange, 2015:133). La autora deriva así una teoría de poder estructural, basada en cómo la posesión de recursos particulares (principalmente aquellos basados en capacidades de seguridad, producción, financiación, y conocimiento-tecnología) influye en la configuración y enmarcación de la interacción entre los distintos actores en la esfera internacional (Strange, 2015:27-29), lo cual lleva a las disposiciones distributivas que encontramos en la economía global actual (Strange, 2015:43).

Un ejemplo específico de estos problemas distributivos a nivel global podemos encontrarlos en las relaciones monetarias entre países. John Maynard Keynes, por ejemplo, ya señaló el peligro de las relaciones entre acreedores y deudores entre países, dado que la “carga del ajuste” a las crisis económicas suelen caer siempre sobre estos últimos, forzándoles a establecer políticas deflacionarias que fomentan menor actividad económica en sistemas ya afectados por recesiones (Keynes, 2015:432-433). Aquí destaca el trabajo de Benjamin J. Cohen sobre el poder monetario: en un contexto en el que los déficits en la balanza de pagos se van haciendo cada vez mayores, el poder monetario de un país se define por su capacidad de evitar los costes de ajuste, bien sea retrasando el ajuste necesario o desplazando estos costes a otros estados (Cohen, 2005:4). No hay más que ver la crisis de la Eurozona y la imposición de austeridad sobre los países del sur e Irlanda por parte del norte europeo y la Troika, así como la década perdida de América Latina durante los 80 para ver cómo se da esta situación de manera repetida.

Los problemas distributivos son por tanto fundamentales también a nivel de la economía global y de las relaciones entre países; y lo que autores como estos hacen precisamente es cuestionar las razones por las cuáles se distribuyen costes y beneficios de la manera en la que se hacen, permitiendo así un mejor entendimiento de eventos tan influyentes como son las crisis económicas. Suponen además un ejemplo de lo que se ha argüido antes: los temas distributivos son inherentemente multidisciplinares, y requieren de un esfuerzo holista para ser adecuadamente entendidos.

‘Devolver la distribución al centro de las ciencias económicas’

Como se ha visto, la distribución es un campo de enorme interés y potencial para poder entender las bases de cómo funcionan nuestros sistemas económicos contemporáneos. Las distintas maneras de abordar este tema, como se ha mostrado con los múltiples enfoques expuestos anteriormente, muestran el potencial del pluralismo de la multidisciplinariedad para iluminar dinámicas y cuestiones importantes ignoradas por el mainstream. A pesar de su relativo abandono, las presiones por poner más atención a temas distributivos, así como otros correlativos como desigualdad, justicia, y poder en las economías contemporáneas son cada vez mayores, tanto por demanda popular como política como intelectual. No será además por falta de material preexistente, como se ven en los ejemplos mostrados aquí (y muchos más que por falta de espacio y tiempo no se han podido incluir). Por tanto, cualquier esfuerzo por repensar la economía tendrá que prestar más atención a temas de distribución y desigualdad – a lo mejor incluso, llegándose a preguntar: Cui bono?

Referencias

Acemoglu, D. & Robinson, J.A. (2013) Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty, Great Britain, Profile Books

Clift, B. (2021) Comparative Political Economy: States, Markets and Global Capitalism, London, Red Globe Press

Cohen, B.J. (2005) ‘The Macrofoundations of Monetary Power’, in Andrews, D.M. (2006) International Monetary Power, Cornell University Press

Keynes, J.M. (2017) The General Theory of Employment, Interest & Money, Hertfordshire, Wordsworth Editions Limited

Keynes, J.M. (2015) The Essential Keynes, edited by Skidelsky, R., Great Britain, Penguin Random House UK

Mazzucato, M. (2019) The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy, Great Britain, Penguin Random House UK

Milanovic, B. (2019) Capitalism, Alone, Cambridge, Belkin Press

Piketty, T. (2015) El capital en el siglo XXI, Madrid, Fondo de Cultura Económica Española

Piketty, T. (2015) ‘Putting Distribution Back at the Center of Economics: Reflections on Capital in the Twenty-First Century’, Journal of Economic Perspectives, Vol 29 (1), p.67-88

Piketty, T. (2019) Capital e Ideología, España, Ediciones Deusto

Sandel, M.J. (2020) The Tyranny of Merit: What’s Become of the Common Good?, New York, Farrar, Straus and Giroux

Strange, S. (2015) States and Markets, London, Bloomsbury Revelations

Skidelsky, R. (2019) Money and Government, Great Britain, Penguin Random House UK

Waltz, K.N. (1979) Theory of International Politics, Illinois, Waveland Press Inc.


[1] Extraído de Keynes, 2017 [1936]:10

[2] Evidentemente, conviene no generalizar, ya que hay autores importantes como Simon Kuznets que sí que han estudiado temas de desigualdad y (re)distribución. Sin embargo, como Skidelsky (2019:291-292) argumenta, son una parte limitada del trabajo que se hace en la disciplina y, discutiblemente hasta el trabajo reciente de Piketty, no han sido capaces de establecer una base teórica fuerte para hacer análisis distributivos significativos

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Escuelas de pensamiento

Introducción al Postkeynesianismo

La tradición Post-Keynesiana es una de las más activas hoy en día dentro de las escuelas de economía heterodoxas. A pesar de que su nombre hace referencia solamente a John Maynard Keynes, el cual fue innegablemente una influencia fundamental, esta escuela cuenta con otros partidarios y contribuyentes en algunos casos más cruciales, como Michal Kalecki, Joan Robinson, o Hyman Minsky. Es conveniente distinguir el Post-Keynesianismo del Nuevo Keynesianismo, una escuela también influida por Keynes, pero que trató de sintetizar sus contribuciones con los preceptos mainstream en vez de desarrollar un marco teórico alternativo al neoclasicismo. Los Post-Keynesianos, al contrario, han creado un sistema de pensamiento rico, pero incompatible en términos ontológicos y analíticos con el neoclasicismo. La contribución más original de esta escuela es el principio de demanda efectiva, que constituye la base de todo análisis post-Keynesiano. Sin embargo, para poder entender su originalidad y sus diferencias con los postulados del Nuevo Keynesianismo, es importante entender otros elementos constitutivos de esta tradición:

Incertidumbre y espíritus animales

En términos de comportamiento individual, y en contra tanto del neoclasicismo como de los Nuevos Keynesianos, los post-Keynesianos no parten de que los seres humanos son agentes racionales y optimizadores. Al contrario, sus acciones están basadas en herramientas heurísticas, en el contexto socioinstitucional por el que se mueven, y en expectativas basadas en convenciones sociales. Parte de este postulado se atribuye a un reflejo del comportamiento empírico del ser humano, sí, pero parte también se atribuye a una idea ontológica sobre la realidad: el futuro es fundamentalmente incierto, de tal manera que no se pueden medir riesgos de manera exacta o racional. Así, la única manera de invertir o consumir es basándose en aproximaciones imperfectas, producto de convenciones sociales y estados de ánimo (lo que Keynes llamó “espíritus animales”). El corolario más famoso de este principio es la teoría de la inestabilidad financiera de Minsky, que demuestra que el hecho de que el comportamiento humano (en su caso, inversiones empresariales y financieras) lo rijan semejantes herramientas imperfectas puede llevar a reacciones desproporcionadas – por ejemplo a burbujas financieras que demuestran que la estabilidad de los mercados es mucho más frágil de lo que se espera dentro del marco de equilibrio del paradigma neoclásico.

El rol del dinero en economías monetarias

El hecho de que el futuro sea incierto se ve reflejado en el análisis Post-Keynesiano sobre el dinero. La definición funcionalista del dinero se compone de tres elementos: ha de ser un medio de intercambio, fundamental para la compraventa de bienes y servicios; una unidad de cuenta, para estandarizar y medir el valor de bienes y servicios; y un depósito de valor, es decir un referente estable para retener el poder adquisitivo de los que lo usan. Mientras que la escuela neoclásica prioriza las dos primeras funciones, dado que entiende el dinero fundamentalmente como un medio para poder llevar a cabo los intercambios mercantiles, los post-Keynesianos realzan la importancia de la última función también, argumentando que el dinero es también un vínculo con el futuro. Para esta tradición, las economías modernas son monetarias, es decir, economías en las que el dinero juega un rol importante no solo siendo una parte fundamental de una transacción, sino también siendo un factor independiente en la toma de decisiones de los agentes. La idea Keynesiana de ‘preferencia de liquidez’ es aquí fundamental, puesto que define que en tiempos de inestabilidad financiera, el dinero suele considerarse un valor más seguro que otros bienes y servicios, lo que sin embargo genera que dichos recursos se acumulen y almacenen en vez de utilizarse para estimular la economía, al menos hasta que las expectativas cambien.

A esto hay que añadir que para los post-Keynesianos, el dinero no se crea, como estipula la escuela neoclásica, de manera exógena, determinado por gobiernos y bancos centrales; al contrario, el proceso de creación monetaria es endógeno al sistema económico, determinado por los préstamos que realizan los bancos comerciales a negocios y particulares: los créditos bancarios generan la circulación de dinero en la economía en forma de gasto, generando simultáneamente depósitos como un producto de estas decisiones crediticias. El resultado de esto es la idea contraintuitiva de que no son los ahorros, en forma de depósitos bancarios, lo que lleva a las inversiones; es la disponibilidad de crédito, producto de la interacción entre la oferta de crédito por los bancos y la demanda de crédito por negocios y particulares (ambos realizados en base a los beneficios esperados), la que determina los niveles de inversión y los depósitos. A su vez, dada la incertidumbre fundamental discutida anteriormente, la cantidad de dinero creada es también un producto de los espíritus animales de los bancos; el corolario de esto es que la cantidad de dinero creada es procíclica, dependiendo de las decisiones de los bancos de prestar dinero – tanto a actividades productivas como especulativas.

Paradojas macroeconómicas y perspectiva sistémica

Otro elemento inherente al Post-Keynesianismo es su crítica a la agregación y al individualismo metodológico como estrategia analítica de la escuela neoclásica. Para los neoclásicos, particularmente desde la revolución de los microfundamentos, los elementos macroeconómicos de la economía no son más que el resultado de agregar elementos microeconómicos, de tal manera que las propiedades de lo macro no son más que una agregación de las propiedades de lo micro. Sin embargo, los Post-Keynesianos critican que esta transitividad de propiedades no es apropiada en ciertos contextos. Keynes, por ejemplo, hacía referencia a lo que se llamó la paradoja del ahorro (paradox of thrift), en la cual el acto de ahorrar a nivel individual lleva a un menor nivel de ahorro a nivel agregado. La lógica neoclásica, basada en el individualismo metodológico, sugiere que un mayor nivel de ahorro a nivel individual llevaría a un mayor nivel de ahorro a nivel agregado, dado que todo el mundo ahorraría; la lógica post-Keynesiana, al contrario, reconoce que el ahorro de una persona implica la pérdida de ingresos de otra, por lo que si todo el mundo ahorra, simultáneamente todo el mundo pierde ingresos y puede ahorrar menos (esto es en una economía cerrada, aunque la misma lógica funciona aunque dependiendo de la situación de menor manera, a economías abiertas).

La implicación principal de esto es que las propiedades micro no son enteramente transitivas al nivel macro, y que por tanto en los sistemas macroeconómicos hay propiedades emergentes no reducibles al comportamiento agregado. Esto conlleva que los análisis económicos han de tener una perspectiva sistémica, que relacione los distintos sectores y componentes de la economía: desde utilizar análisis de la estructura de activos y pasivos de la economía, relacionando las interacciones monetarias y financieras entre bancos, particulares, y empresas, a crear modelos  otra es crear modelos de crecimiento donde se relacionen la distribución de las ganancias productivas entre beneficios y/o salarios, la escuela Post-Keynesiana ofrece contribuciones fundamentales para entender las economías contemporáneas en conjunto, más que como un producto de comportamiento agregado.

Principio de demanda efectiva

Probablemente la contribución central a la escuela Post-Keynesiana, y lo que les separa de la escuela neoclásica, y en gran parte de otras escuelas, es su interpretación del principio de demanda efectiva, popularizada por Keynes en su Teoría General del Empleo, el Interés, y el Dinero (1936), pero conceptualizada anteriormente por Kalecki en su Estudios sobre la Teoría de los Ciclos Económicos (1932). Para muchos defensores de la escuela neoclásica, la producción y el empleo están limitados en el largo plazo por la oferta, la cual es una función de la optimización de los factores de producción por las empresas, mientras que otros reconocen que la demanda juega un papel limitado en el corto plazo. Para los post-Keynesianos, sin embargo, la demanda efectiva es la fuerza crucial detrás de las economías capitalistas tanto en el corto como en el largo plazo. El propio concepto de demanda merece ser matizado: por un lado, se refiere no solo al consumo, sino al concepto de gasto en general, incluyendo gastos en consumo, sí, pero también en exportaciones netas, en gastos gubernamentales y, fundamentalmente, en inversión. Por otro lado, y no menos importante, la demanda efectiva tiene una dimensión temporal: no se refiere a gastos actuales, sino a las expectativas de gasto futuro en base a la situación actual.

La inversión es el componente fundamental de la demanda efectiva para Keynes y para Kalecki, que señalan como son en última instancia los cambios en la cantidad de inversión realizada los que llevan a cambios en la producción y en el empleo. La implicación de esto es que es la demanda agregada la que es fundamental para el crecimiento económico tanto en el corto como en el largo plazo, y aunque los factores de oferta son fundamentales también, son los cambios en la primera los que en última instancia generan el dinamismo existente de las economías capitalistas y monetarias actuales. Sin embargo, el hecho de que estos cambios se deban a cambios en las expectativas sociales del futuro implican que la estabilidad de dichas economías sea más frágil de lo que reflejan los modelos de equilibrio de la escuela neoclásica.

Conclusión

El continuo resurgimiento de las ideas (post-)Keynesianas tras la crisis de 2008, por ejemplo en caso de Keynes en términos de políticas fiscales o monetarias, o en el caso de Hyman Minsky en relación a las crisis financieras, señala la importancia de entender y aprender de esta tradición de pensamiento tan rica. Aparte de los principios aquí mencionados, la escuela post-Keynesiana ha generado otras aportaciones importantes relacionadas con el comportamiento microeconómico de las empresas, con el rol que juegan diversas instituciones sociales en las economías contemporáneas, o con las dinámicas del sistema monetario internacional, entre otras. El post-Keynesianismo supone, por tanto, una alternativa significativa a la escuela neoclásica, con importantes lecciones tanto para entender las economías contemporáneas como para saber cómo regularlas y generar unos sistemas económicos más inclusivos y estables.


Para saber más sobre Post-Keynesianismo

Post-Keynesian economics, via exploring-economics

Post-Keynesian Economics Society

Engelbert Stockhammer, (2020). «Post-Keynesian macroeconomic foundations for Comparative Political Economy.» PKES Working Paper 2022. https://www.postkeynesian.net/downloads/working-papers/PKWP2022.pdf

Eckhard Hein, (2015). «The principle of effective demand: Marx, Kalecki, Keynes and beyond.» IPE Working Paper No. 60/2015. https://www.econstor.eu/bitstream/10419/122151/1/839366493.pdf

Rethinking Economics – An Introduction to Pluralist Economics, via exploring-economics